Desde su aparición en 1839 el daguerrotipo ejerció una profunda fascinación por la forma en que esas pequeñas placas plateadas parecían atrapar, cautivar, el enigma de la identidad humana. Objeto de demanda por amplias capas de la población, sobre todo en las ciudades, se convertiría en un elemento esencial en hacer de la fotografía, ya desde su origen, un fenómeno masivo y cercano.
Desde que en 1836 se obtuviera por primera vez una imagen sobre una placa bañada con sales de plata, la revolución daguerrotípica se extendió pronto por toda Europa, incluida España, donde también tuvo una repercusión inmediata. El daguerrotipo ejerció una profunda fascinación por la forma en que esas pequeñas placas plateadas parecían atrapar, cautivar, el enigma de la identidad humana.
La mirada cautiva nos sumerge en los orígenes de la fotografía a través de 105 imágenes de la colección de daguerrotipos del Centre de Recerca i Difusió de la Imatge (CRDI) del Ayuntamiento de Girona, una de las más notables por la relevancia y variedad de sus piezas.
La exposición se completa con una selección del instrumental utilizado en la daguerrotipia, procedente del Museu del Cinema de Girona, que ayuda a comprender la cultura visual de la época, y dos audiovisuales que explican cómo se hace un daguerrotipo y cómo ha sido el proceso de restauración de un grupo de ellos de cara a esta muestra.
La cámara oscura
La cámara oscura fue el primer aparato que permitió capturar una imagen de la realidad, aunque de manera efímera. Consiste en una caja vacía totalmente estanca a la luz excepto por un agujero donde se coloca una lente. Los rayos luminosos penetran en el interior del dispositivo a través de este orificio y proyectan en la placa instalada dentro la imagen exterior reducida, invertida y con sus colores y formas naturales.
Este fenómeno físico ya era conocido desde la Antigüedad, pero fue durante los siglos xvi y xvii cuando científicos como Leonardo da Vinci o Giovanni Battista della Porta definieron su funcionamiento y usos. Con la cámara oscura, reproducir fielmente la realidad ya no dependía solo del talento del artista con los colores de su paleta, sino que por primera vez un ingenio ofrecía la posibilidad de capturar una imagen latente del mundo y fijarla posterior y manualmente sobre un papel, dibujando los contornos y las formas. Reconocidos artistas
como Canaletto o Vermeer lo utilizaron para crear sus obras, pero también lo empleaban muchos artesanos para realizar dibujos que se convertirían en grabados de paisajes o vistas urbanas y que se contemplaban a través de cajas ópticas, conocidas como Mondo nuovos.
Estereoscopia
La presentación, en 1851, de la estereoscopia en el Crystal Palace de Londres, en el marco de la Exposición Universal, representó la culminación de un proceso de investigación capitalizado por el científico e inventor británico Charles Wheatstone (1802-1875), que en 1838 había publicado los fundamentos teóricos de la estereoscopia en la Royal Society de Londres. Fue sin embargo otro destacado científico e inventor británico, David Brewster (1781-1868), quien adaptó la técnica a un formato adecuado para la fotografía, y por tanto le dio una salida comercial, sobre todo después de asociarse, en 1850, con el inventor francés Jules Duboscq (1817-1886). De esta forma, la fotografía conquistaba un nuevo hito, la tridimensionalidad, basada en el principio según el cual la visión humana es binocular, es decir, cada ojo recibe la misma imagen desde un ángulo o punto de vista ligeramente distinto debido a la separación de unos 65 mm entre ambos ojos, de modo que se crean dos imágenes levemente distintas que al superponerse producen una imagen tridimensional.
La estereoscopia, más allá de convertirse en un fenómeno tecnológico, dio pie a un fenómeno social: la comercialización de la imagen estereoscópica, gracias a su tridimensionalidad, hizo que el estereoscopio pasara a formar de los espectáculos visuales del siglo xix que precederían al cine y la televisión.
Joyería
La inclusión de imágenes fotográficas en diferentes tipos de joyas empezó a practicarse hacia 1840, es decir, casi desde la invención y posterior comercialización en 1839 del daguerrotipo, primera técnica fotográfica aplicada a la joyería a la que sucederían otras, como el ambrotipo, el ferrotipo y las copias sobre papel. La foto-joyería disfrutó de gran popularidad en los Estados Unidos y en Europa y se convirtió en algo habitual entre las clases acomodadas. La inclusión del retrato de una persona en un objeto de valor aportaba un componente de personalización a la joya, a la vez que esta adquiría un mayor valor sentimental. Así pues, se desarrolló todo un mercado alrededor de estas joyas, que respondían a finalidades decorativas, funcionales o conmemorativas. La
variada tipología de joyas contenedoras de daguerrotipos es muy amplia: brazaletes, pendientes, horquillas de pelo, collares, colgantes, relojes, medallones, hebillas, medallas, y botones e imperdibles, entre otros.
Calotípia
Este procedimiento fotográfico, contemporáneo al daguerrotipo, fue el primer procedimiento negativo-positivo, lo que significa que, a diferencia de los daguerrotipos, los calotipos permitían la obtención de múltiples copias, aunque estas no eran tan nítidas debido a las irregularidades de la superficie del papel. El inventor de este procedimiento fue el británico William Henry Fox Talbot (1800-1877), que lo patentó en 1841, limitando así su uso. A diferencia del daguerrotipo, que el Estado francés había “regalado al mundo”, la práctica de la calotípia requería el pago de un importe. Para dar a conocer este procedimiento, Talbot publicó The Pencil of Nature [El lápiz de la naturaleza] (1844-1846), el primer libro ilustrado con fotografías, cuyo título sugería la ausencia
de intervención humana y la manera en que la naturaleza se representaba a sí misma.
Colodión húmedo
Desde el punto de vista tecnológico, la fotografía conquistó algunas metas que permitieron mayores posibilidades de comercialización y con ellas un uso más extendido de ella.
El colodión húmedo (1850), como procedimiento negativo, y la copia en papel a la albúmina (1851), como procedimiento positivo, constituyeron un binomio que marcó una época, hasta casi el final del siglo xix. Ambos procedimientos superaban algunas de las limitaciones técnicas de sus precedentes, entre ellas la no reproductibilidad del daguerrotipo o la pobre definición de la imagen que ofrecía el calotipo (negativos
sobre papel). No obstante, en la variante del ambrotipo, el colodión húmedo convivió y compitió con el daguerrotipo a partir de 1854. El ambrotipo es un negativo al colodión subexpuesto que, con la inclusión de un fondo negro, permitía ver la imagen en positivo, y se presentaba enmarcado o encapsulado. Era más económico, de modo que en la década de 1860 consiguió desplazar al daguerrotipo. En la década siguiente fue reemplazado por otro procedimiento al colodión, el ferrotipo, un positivo directo de cámara sobre latón.