Título original: El olvido que seremos
Director: Fernando Trueba
Guion: David Trueba (Novela: Héctor Abad Faciolince)
Productores: Caracol Televisión, Dago García Producciones
Actores: Javier Cámara, Aída Morales, Patricia Tamayo, Juan Pablo Urrego
Música: Zbigniew Preisner
País: Colombia
Año: 2020
Duración: 136 min.
Cuando Trueba recogió en 2015, en el transcurso del Festival de San Sebastián, el merecidísimo Premio Nacional de Cinematografía, poco podía imaginar que su discurso de agradecimiento, lleno de la fina ironía heredada de sus maestros Billy Wilder o Ernst Lubitsch o Woody Allen (también sometido al fuego fatuo de la mezquidad humana), iba a acarrearle no pocos dolores de cabeza, convirtiendo unas declaraciones sacadas de contexto, en un vergonzoso -por injusto- escarnio público, que provocó como daño colateral el boicot a su película “La Reina de España”, divertidísima secuela de “La niña de tus ojos”. Ese hecho, nacido del cainismo endogámico de este país, hizo pensar a muchos que su carrera como director había terminado. Felizmente, el genial director regresa con la adaptación de la fascinante novela “El olvido que seremos”, de Héctor Abad Faciolince, con guion de David Trueba, Javier Cámara interpretando al doctor Héctor Abad, y la bellísima banda sonora de Zbigniew Preisner, músico de cabecera del director polaco Krzysztof Kieślowski, autor de obras maestras del cine como Decálogo (Serie de televisión basada en Los Diez Mandamientos) o la trilogía Tres Colores: Azul, Blanco, Rojo.
Basada en el libro homónimo “El olvido que seremos”, de Héctor Abad Faciolince, esta película cuenta la vida de un hombre bueno, Héctor Abad Gómez, destacado médico y activista por los derechos humanos en la Medellín polarizada y violenta de los años 70. La historia relata la vida del doctor y padre de familia preocupado tanto por sus hijos como por los niños de clases menos favorecidas.
El escenario es la casa, donde se respira un aire de vitalidad y creatividad características de una educación fundamentada en la tolerancia y el amor. Nada hace prever que un terrible cáncer terminará con la vida de una de sus hijas. La tristeza y la rabia por la pérdida de un ser excepcional llevarán a Héctor a entregarse, con toda su alma, a la causa de abrirle los ojos a una sociedad intolerante que no solo no lo escucha, sino que lo perseguirá hasta acallarlo. Este es el relato íntimo visto desde los ojos de su único hijo varón, Héctor Abad Faciolince, uno de los escritores más destacados de la Colombia contemporánea.
UNA CONVERSACIÓN CON FERNANDO TRUEBA
Trueba nos expresa el gran reto que fue para él dirigir una película basada en uno de los libros más importantes de la literatura latinoamericana del siglo XXI.
¿Qué supuso enfrentarse a un libro muy querido por usted y por miles de lectores?
Cuando lo leí por primera vez me conmocionó, algo que probablemente les ocurrió a los miles de lectores en todo el mundo que han convertido ya este libro en un clásico de su tiempo. A lo largo de los años he comprado el libro numerosas veces, en distintos países, en distintos idiomas (francés, portugués, inglés…) para dárselo a amigos muy queridos, no a simples conocidos.
¿Qué le pareció la propuesta de adaptar y dirigir la película?
¿Cómo competir con algo tan verdadero, tan esencial, tan delicado, tan doloroso, tan real?
Por ello mi primera reflexión, ante tan “feliz” ofrecimiento, fue de desconfianza, susto, ¿miedo? Me preocupaba también el tiempo.
En el libro pasan más de veinte años. ¿Cómo solucionar cinematográficamente, es decir “artificiosamente”, ese primer, inmediato y no menor problema? La adaptación del libro se enfrenta a este problema temporal, que no solo es narrativo sino también logístico, concentrando la acción en dos épocas: la infancia de Héctor hijo y la muerte de Héctor padre, y reorganiza el material alrededor de esos dos “momentos”. Pero poco a poco, incluso la estética de la película comenzaba a despuntar en mi imaginación, con dos estilos, dos tratamientos, uno para cada una de las épocas, pero que deben complementarse, iluminarse y darse sentido mutuamente.
¿Qué supuso enfrentarse a un libro muy querido por usted y por miles de lectores?
Siempre que me enfrento a una adaptación me viene a la memoria el viejo chiste de Hollywood: dos cabras buscan comida entre la basura y una está comiéndose una bobina de película. “¿Qué tal?”, le pregunta la otra. “Me gustó más el libro”. Tratándose de El olvido que seremos, el chiste de la cabra es más real que nunca, pero también la cobardía más cobarde. Pues si se trata de un libro necesario, y este es el caso, y no solo para Colombia, ni siquiera para Latinoamérica, sino para todos los habitantes de este maltratado planeta, ¿la película no es necesaria también? Las posibilidades de llegar a más… —iba a decir “público”— personas con el cine son mucho mayores que con la literatura.
Entonces El olvido que seremos debía llevarse al cine, los valores que defiende esa historia que nos remueve por dentro, que a nadie deja indiferente porque a todos nos afecta, debía ser contada y recontada. Aunque solo sea con la esperanza de hacer un poco mejor este mundo o, más modestamente, de que más miles de personas lean el libro
¿Qué nos dice de aquella frase que un día le dijo Billy Wilder: “Fernando, la virtud no es fotogénica”?
Creo que ha llegado la hora de enmendar la plana al maestro. Y la figura de Héctor Abad padre y el libro de Héctor Abad hijo son no solo un ejemplo, sino una inmejorable base para hacerlo.
El olvido que seremos cuenta, una vez más, pero con renovada poesía, con desarmante verdad, el choque de trenes entre el bien y el mal, entre la humanidad y la sinrazón, la bondad y la irracionalidad, la civilización y la barbarie. El olvido que seremos es una historia de amor, la historia de amor de un hijo y un padre. Y es también el retrato de un hombre bueno en una época en la que serlo no solo no es fácil, sino que puede ser el mayor de los riesgos.
Una época en la que la fotogenia de la maldad y la fascinación por la violencia ocupan de modo continuo, insistente, nuestras pantallas cinematográficas y televisivas, nuestra literatura y, lo que es peor, nuestra vida cotidiana. Finalmente, un día empecé a soñar con la película, literalmente, a soñar que estaba rodándola. Y por experiencia ya sé que cuando eso ocurre, entonces la película ya es inevitable. Ella te posee, te pide, te habla, te guía, te manda. Y no tienes más remedio que obedecer y hacerla.
Cómo fue la experiencia de trabajar en Colombia con un equipo colombiano?
Ni en mis mejores sueños podría haber imaginado la experiencia. Realmente el nivel humano y profesional de actores y técnicos es difícilmente superable. Ha sido una experiencia feliz. Tengo nostalgia del rodaje, de mi equipo. Los echo de menos… Espero repetir con algunos de ellos en próximos proyectos
QUIÉN FUE HÉCTOR ABAD GÓMEZ
Médico salubrista antioqueño (Jericó, 1921 – Medellín, 1987). Investigador en ciencias de la salud, a Héctor Abad Gómez se le identifica en Colombia como defensor de los derechos humanos. Político, demócrata integral, periodista, escritor y ensayista, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, muchas veces Abad Gómez se expresó también como sociólogo y antropólogo.
Desde joven se dedicó a la educación, prevención y atención primaria en salud, especialmente entre los sectores populares; sus opiniones en asuntos de salud pública fueron algunas veces integradas en los programas de gobierno.
Como médico y profesor universitario, Abad Gómez fue un innovador de la educación superior y se pronunció contra la formación médica individualista de inspiración francesa, a la que consideraba carente de orientación social.
Luchó para que los recursos económicos no se desviaran hacia la guerra y el gasto militar, y se invirtieran en agua potable para la inmensa mayoría. Redactó numerosos artículos para periódicos y revistas, donde con argumentaciones brillantes sobre diferentes temas, llamó a la sensatez, la democracia y la convivencia pacífica; en un artículo suyo, publicado póstumamente, expresó: “Sólo una emboscada siniestra podrá silenciarnos”.